A la pálida luz de la hoguera, los colonos ociosos se reunían bajo el abrigo del fuego. Al costado, una antigua mina agotada ya hace mucho, emanaba un aire oscuro y tenebroso. El brebaje fluía generosamente, calentando la sangre de la congregación, sin embargo, en los ojos de cada uno de ellos se percibía dolor y determinación. Uno de los colonos sacó un laúd y de sus dedos surgieron lúgubres notas.
Obscura e inmortal
La media noche llegó
Luna de sangre abisal
Una fría sonrisa asomó
Ay de quién sufra
El destino de la Hoz
Ay de quién oiga
Su tenebrosa y vil Voz
Tomad vuestro último vaso
La Parca chilló
Pues la hora ha llegado
Vuestro trabajo acabó
Ejercito imperecedero
Fuerza oscura y brutal
Llévanos a tus filas
Guerreros de fuerza inmortal
Lentamente la música murió y el fuego comenzó a menguar. Los colonos terminaron sus vasos y observaron al cantor, era la hora. El cantor guardó su laúd y se envolvió en sombras, una brillante Hoz plateada surgió en sus manos.