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El asedio
“Vete con los tuyos”, le dijeron, “no nos importan ellos, ni siquiera tú, todo lo que queremos es el oro”. ¿El oro? Insolentes, ¿cómo se atrevían a pedirle lo más preciado que tenía en la vida? Tantos años de esfuerzo, de sacrificios, de ahorro, ¿y perderlo todo por un puñado de bandidos? Inaceptable.
Pero ellos estaban decididos, así que acamparon en las afueras del castillo, y no dejaban que nadie del exterior entrara. Así, poco a poco se fueron acabando las provisiones, y el agua…
Los primeros en huir fueron los empleados de las caballerizas, después los sirvientes, y por último, con mucho dolor en su corazón, el mayordomo. Se despidió de la señora y los niños, con un fuerte abrazo, y lloraron.
“Entiende amor” le dijo la señora, “los niños tienen hambre, no vamos a resistir mucho tiempo más”. Pero él no la miraba, contaba sus monedas con locura en sus ojos, sin escuchar nada más que el tintineo al caer sobre su escritorio. Entonces comprendió que su corazón no le pertenecía. Llamó a sus hijos para que se despidieran de él, esperando que al menos con ellos tuviera un gesto de cariño, pero fue en vano. Seguía absorto contando su tesoro. Se le rompió el corazón. Siempre había sido avaro, adicto al trabajo, a los negocios, pero nunca lo había visto así, era como un fantasma, un remedo de hombre, un monstruo o todo eso en un solo ser. Tomó a sus hijos y salieron de la casa sin nada, no quería recuerdos de lo que había visto. Alzaron la bandera blanca y cruzaron el campamento de los asedios sin decir palabra. De alguna manera el líder comprendía el dolor que se reflejaba en el rostro de la dama.
Y así fue como se quedó solo. Y le seguían llamando desde el campamento, él respondía sólo con gruñidos. “Alcanza a tu familia” le gritaron, “te están esperando, tenemos noticias de que tus hijos aun no pierden la esperanza”. Gruñidos, se había vuelto tan obstinado, que ya no quería ni gastar palabras.
Hasta que un día, ya ni siquiera hubo la respuesta acostumbrada. Empezaron los murmullos entre ellos, pero tenían miedo de entrar. Lo discutieron durante la cena, y se ofrecieron tres voluntarios. Al amanecer, el llamado de siempre, otra vez silencio…
Temerosos, los tres entraron con cuidado a la casa, cada habitación que revisaban crecía la tensión, el corazón les latía más rápido, y empuñaban la espada con más fuerza, con angustia. Por fin lo encontraron, en su despacho, abrazado a su único amor, el que lo acompañó fiel hasta el último suspiro, el que era más importante para él que su propia vida, que su propia familia.
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Luego de contemplarlo un momento, dieron la media vuelta y se fueron, despacio. Hablaron con su líder y levantaron el campamento, dejando todo intacto, tal y como lo encontraron.
Con el tiempo la naturaleza hizo su trabajo, adueñándose de la propiedad. Nadie se acerca, aunque se dice que hay maravillas escondidas en esa mansión, tienen miedo, dicen que el tesoro está embrujado, que el fantasma de Lord Tacañus lo resguarda… y los que no le temena él, no quieren arriesgarse a perder la cordura…
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jajaja.. me gusto ese nick: Lord Tacañus... eso me recuerda a mas de uno en en juego, jajajaja
Muy buena historia, felicitaciones Soya! :D
(jupa.. te salio competencia!) ;)
