Fink: el héroe de las nuevas leyendas
De vez en cuando se contaban un par de historias sobre la ascendencia del sabio Fink. Se decía que sus antepasados fueron reyes y héroes del legendario reino de Hyrule. También se decía que al no haber logrado alguna hazaña digna de su linaje, Fink se encontraba desesperado, que no dormía pensando en las limitadas opciones que tenía ya a su larga edad. Yo, un teniente retirado y su mejor amigo, sabía que era verdad.
Un día, que no sería como cualquiera, cruzó animoso el pueblo y me llamó para que reuniera a su gente cercana. Un rumor llegó a sus oídos y una idea a su mente. En las tabernas se escuchaba sobre un lugar en el Mar del Alma del que nadie regresaba. Algunos creían que era la orilla del mundo y el que la cruzara entraría al mundo de los muertos. Otros pensaban que había una tierra habitada por criaturas salvajes o simplemente guerreros tan poderosos que arrasaban con todo lo que se acercara a su territorio. Unos pocos tenían la esperanza que hubiera una tierra rica y hermosa de la que nadie quería regresar. Fink, al enterarse, se convenció de que la tierra más allá del Mar era verdadera y decidió realizar su último intento para obtener la gloria deseada: debía ser él quien convirtiera ese rumor en una historia real y tan fascinante que se compusieran cientos de canciones y se escribieran miles de libros sobre ella.
Así pues, nos hizo la invitación de seguirlo en su aventura. A mí, sin darme oportunidad alguna de negarme, me encomendó comprar una nave apta para un viaje de esa magnitud y reunir la tripulación para ella. Después de dos arduas semanas de convencimiento de zarpar a un lugar del que casi con seguridad no volveríamos, la nave y la tripulación estuvieron listas.
Fue un viaje como se espera en mar abierto, tormentas iban y venían, problemas en la nave surgían y se aplacaban. Un mes de viaje y la duda comenzó a esparcirse entre la gente. Incluso yo llegué a pensar “Fink es mi mejor amigo, pero está loco y no debí seguirlo”. Fueron 6 días después de ese pensamiento que divisamos tierra, no estaba loco después de todo. No era una simple isla, pero tampoco un continente; era un enorme archipiélago con innumerables islas casi idénticas, todas con una increíble hermosura. La mala noticia llegó cuando vimos que todas, excepto una, tenían banderas en sus costas; no éramos los primeros. Para mi sorpresa, Fink no se desilusionó.
Nos instalamos en la isla sin bandera; más tarde crearíamos y colocaríamos la nuestra. Encontramos una cantidad inmensa de recursos, los empezamos a aprovechar, fuimos sorprendidos por bandidos que tenían su base en la isla, construimos la nuestra… Nuestra vida había cambiado.
Una noche, mientras planeábamos la defensa contra los bandidos, Fink parecía haber rejuvenecido y me dijo: Amigo, nuestra leyenda apenas comienza.